INDÍGENAS. Nuevos actores

Por: Róger Rumrrill
Comunidades nativas en la III Cumbre Amazónica

La reciente rebelión indígena que estalló en la Amazonía el 9 de agosto y concluyó diez días después, la mayor y la más unitaria desde las movilizaciones indígenas en los siglos XX y XXI, arroja no sólo como resultado la derogatoria de los Decretos Legislativos 1015 y 1073, sino también importantes y decisivas lecciones políticas.

La primera y la más importante es que los pueblos indígenas amazónicos, invisibilizados por el sistema en lo político, económico, social, cultural y mediático, han pasado a ser el actor social y político más importante en esta coyuntura. Esta primera escaramuza con el poder ejecutivo que representa a la derecha económica y a los intereses multinacionales, además, ha desatado una intensa dinámica al interior de las organizaciones no indígenas de la Amazonía (Frentes de Defensa, gremios de productores y colegios profesionales) y las organizaciones campesinas e indígenas de los Andes y la Costa rural.

Esas organizaciones que permanecieron al margen de la movilización indígena o adhirieron muy tardíamente por la ausencia de reflejos, por disensiones internas o pugnas de caudillos locales están avisadas: su vigencia y permanencia depende de su adhesión al proceso de unidad del movimiento popular andino-amazónico.

La conversión del movimiento indígena amazónico en el primer actor social de la región se produce en un momento en que el mapa político de la Amazonía se transforma aceleradamente. Prácticamente todos los partidos políticos tradicionales (AP, PPC, UN) pierden vigencia y corren el riesgo de extinguirse en la región. Incluso el APRA, sólo tiene un 10 por ciento de la aprobación amazónica.

La crisis terminal de los partidos políticos por sus estructuras fosilizadas, por sus discursos anclados en una falaz modernidad y porque no representan los intereses de las mayorías, inaugura la posibilidad de que en la Amazonía el movimiento social regional, integrado a la causa indígena, se convierta en el actor social y político fundamental en la formulación de una agenda amazónica para la construcción de un modelo de desarrollo sostenible alternativo al que Alan García, convertido en el “Caballo de Troya” de los intereses del gran capital, quiere imponer en la Amazonía.

Falaz modernidad de la derecha económica

Algunos de los argumentos con los cuales la derecha y su coro mediático han utilizado para denostar, deslegitimar y desnaturalizar la rebelión indígena en la defensa de sus derechos ha sido la acusación de primitivos, adversarios de la inversión privada, enemigos del desarrollo y la modernidad.

En el Consejo de Ministros todos, quizás con excepción de Antonio Brack, piensan y están seguros que las 12 millones de hectáreas de tierras tituladas a las comunidades indígenas amazónicas son tierras inútiles, inservibles y ociosas que hay que convertir en grandes monocultivos de palma aceitera, soya, extracción maderera y latifundios ganaderos.

Pero esta concepción de modernidad es falaz desde el punto de vista social y ambiental. Porque el fundamento de la modernidad, preconizada por el pensamiento político y económico mundial, es la inclusión y la sostenibilidad. Y el modelo que García y sus socios quieren imponer en la Amazonía no incluye a los pueblos indígenas, a los bosquesinos, ribereños, pequeños y medianos empresarios.

Tampoco es un modelo ambientalmente sostenible. El gran monocultivo es antinómico a la racionalidad y a la vocación biodiversa del bosque tropical amazónico. Las grandes explotaciones azucareras, madereras, soyeras y ganaderas en Brasil y Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, son productivas y rentables en el corto plazo. En el mediano y largo plazo agravarán el desastre ambiental planetario, el calentamiento global y la escasez de agua.
Instalación de una Comisión en el Congreso de la República para
analizar la derogatoria de los decretos legislatiovs anti amazónicos.

La verdadera modernidad está en el manejo del bosque y su utilización productiva en pie, como ocurre hoy en la Reserva Extractivista Chico Mendes, en Xapurí, Acre, en Brasil. La destrucción de la naturaleza no puede de ninguna manera ser una expresión de la modernidad. “A escala global, la lógica de la ganancia implica o significa la progresiva destrucción de las bases naturales de la reproducción de la vida sobre el planeta. A la vista de esta realidad, el capitalismo, de la que la mundialización es la expresión contemporánea, debería ser considerado como un sistema obsoleto”, dice el famoso economista Samir Amin.

Convertidos en defensores de la naturaleza, poseedores de una refinada cosmovisión y valores éticos y culturales, luchando por la inclusión, exigiendo el apoyo de un estado por ahora al servicio de los ricos, partidarios de alianzas estratégicas con empresas con responsabilidad social como ya ocurre en muchos casos en la Amazonía, actores sociales y políticos de primer orden gracias a su organización y su unidad, los auténticamente modernos son los indígenas.
Una encuesta publicada por el Grupo de Opinión Pública (GOP) de la Universidad de Lima el viernes 5 del mes en curso, revela que el presidente García y su régimen tienen una aprobación de sólo 24,6% en agosto, registrando una brusca caída de 14,5% con relación a julio. Entre las causas mayores de esta desaprobación según la misma encuesta están, en primer lugar, el alza del costo de vida, seguido del incumplimiento de sus promesas electorales, ineficiencia en la gestión pública, corrupción, la no generación de empleo, la no lucha contra la pobreza, inestabilidad social, su no apoyo a la educación, gobernar a favor de los ricos y acuerdos con el fujimorismo, entre otros.
Iguales razones han llevado a la opinión pública amazónica a otorgarle una aprobación de sólo el 10% a García e iguales argumentos con contenidos y demandas regionales constituyeron la plataforma de lucha de las cumbres de Pichanaki, Pucallpa y Yurimaguas. La III Cumbre Amazónica tiene mucho más como una expresión de la cólera acumulada por el pueblo amazónico ante un gobierno que lo ningunea y discrimina y que grita a los cuatro vientos el triunfalismo de crecer a una tasa del 8%, por encima de todos los Gobiernos de América Latina, de Estados Unidos y de Europa, pero que se muestra incapaz de combatir con eficacia la pobreza, la desigualdad y la injusticia que agobia a la mayoría de los peruanos.

Un equipo de la Universidad de Manchester (Inglaterra) y del Centro Peruano de Estudios Sociales (CEPES), bajo la dirección del investigador Martín Scurrah, está realizando un mapeo del movimiento social y las primeras conclusiones reflejan un creciente fortalecimiento del movimiento social como respuesta y reacción al débil y hasta nulo rol de los partidos políticos como correas de transmisión de las demandas ciudadanas ante el poder político y económico.

El mapeo muestra que el gran apogeo del movimiento social, ligado a los partidos políticos de izquierda de origen Marxista o no, tuvo lugar por los setentas del siglo XX. Luego, en los noventas, el movimiento social casi fue demolido por un lado por la violencia de Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) y, por otro, por la dictadura fujimorista. A la caída del corrupto gobierno de Fujimori a inicios de los noventas, el movimiento social se rearticula y vuelve paulatina y gradualmente a cobrar fuerza hasta los días actuales en que tanto en la Amazonía como en el resto del país, ante el vacío de los partidos políticos tradicionales, el movimiento social conformado por agrarios, ambientalistas, cocaleros, indígenas, sindicalistas, mujeres, campesinos, maestros o la suma de todos estos segmentos pasan a ser los actores sociales más importantes en el escenario político nacional.

A la III Cumbre Amazónica concurrirá la representación de todos estos actores sociales y sus exigencias coinciden con aquellos que en los últimos meses y semanas, en paros, huelgas, tomas de carreteras y de ríos (los indígenas amazónicas han inaugurado una nueva modalidad de lucha: cierre de las llaves del petróleo y el gas y bloqueo de la navegación en los grandes ríos amazónicos) están contribuyendo a dibujar un nuevo mapa político.

La III Cumbre Amazónica definió la creación de una Defensoría de los Pueblos Indígenas; la declaración de la Amazonía como una región libre de transgénicos, sobre todo ahora en que las poderosas multinacionales como Astra-Zeneca, Syngenta, Monsanto, Aventis, Dupont, que controlan el 60 por ciento del mercado mundial de plaguicidas, el 23 por ciento del mercado de semillas y el 100 por ciento de semillas transgénicas, pretenden a través de sus operadores infiltrados en el Ministerio de Agricultura, el INIA e incluso la FAO, desregular el mercado peruano para el ingreso libre de transgénicos, constituyendo un grave peligro para la mega diversidad de nuestro país.

Entre los acuerdos también está la total prohibición de adjudicaciones de bosques primarios para la producción de biocombustibles; la regulación de la propiedad y la tenencia de las tierras, beneficiando en prioridad a los indígenas, bosquesinos, ribereños, pequeños y medianos propietarios y también a empresas nacionales y extranjeras que cumplan rigurosamente con los compromisos sociales y ambientales, exceptuando a las extranjeras en concesiones en los bordes fronterizos y el análisis y revisión de la lotización petrolera y gasífera de la Amazonía y sus previsibles e irreversibles impactos en los ecosistemas amazónicos y la vida de sus pobladores, especialmente indígenas y ribereños.

Los acuerdos de la III Cumbre, doctrinaria, jurídica y políticamente revisan y ponen en cuestión de modo integral el pensamiento alanista de «el perro del hortelano», el modelo de privatización de las tierras amazónicas al gran capital multinacional, es decir, una forma embozada de internacionalización y ocupación de la Amazonía.
Primer Congreso de la Federación Ashaninka del Rio Ene


Ocupación multinacional de la cuenca amazónica

El viejo proyecto de ocupación de la Amazonía puesto en boga por el Hudson Institute y el futurólogo Herman Kahn allá por los sesentas del siglo XX parecen cobrar vigencia ahora que la cuenca amazónica, en plena crisis mundial generada por el cambio climático, convierten a la Amazonía en el espacio hidropolítico y geoestratégico más importante del planeta: agua, biodiversidad, petróleo, gas y otros recursos vitales en la economía global del siglo XXI.

Estados Unidos, el principal promotor de la «guerra mundial contra las drogas», hace de esta guerra un eficaz instrumento geopolítico para sus fines e intereses. Tales son los casos de la invasión de Irak y de Afganistán y la cada vez más directa intervención en Colombia con el despliegue hace una década del «Plan Colombia» y el «Plan Patriota».

Pero algunos países no se tragan fácilmente el anzuelo. El jefe del gabinete del presidente José Inacio Lula, del Brasil, José Dirceu, ha defendido con firmeza una integración militar con América del Sur porque de no hacerlo, «Estados Unidos va a ocupar Colombia» con el pretexto de la guerra contra las drogas. «Si ocupa Colombia, no van a salir de allí jamás. Eso quiere decir que van a estar ocupando la Amazonía», ha afirmado sin medias tintas.

La doctrina de seguridad es una amenaza latente que ahora esgrime Estados Unidos en su «patio trasero» de América Latina sobre todo luego del ataque terrorista del 11 de setiembre del 2001. De acuerdo a la nueva doctrina de la guerra preventiva, que revisa la estrategia de la guerra de contención usada durante la Guerra Fría, Estados Unidos ahora se arroga el poder de utilizar su poderío bélico en cualquier lugar del planeta.

En el caso de América Latina y en particular en el espacio andino, Estado Unidos ubica, en la primera década del siglo XXI, amenazas para su estabilidad de todavía primera potencia mundial problemas como la pobreza, la inequidad y la corrupción. Y desde su visión y misión mesiánicas, tal como nos recuerda Juan Gabriel Tokatlián, Estados Unidos está dispuesto a intervenir para garantizar «la seguridad, la estabilidad y la prosperidad de América Latina».

Pero no son sólo las naciones o los países directamente involucrados en esta ocupación. Más poderosas e influyentes que muchos estados-nación son, en el siglo XXI, las multinacionales petroleras, gasíferas, madereras, de producción de semillas, de alimentos, de medicinas y tecnología, muchas de ellas ahora detrás de este proceso.

Son estas multinacionales las que ahora, en forma de concesiones para la extracción de petróleo, gas, maderas, biodiversidad en general, la mayoría de ellas con matrices en Estados Unidos, Japón, Europa, India y China las que empiezan a ocupar la Amazonía con la colusión de los gobiernos de turno. Ocurre en todos los países de la cuenca amazónica, excepto Venezuela, Ecuador y Bolivia. Pero en Bolivia, los intereses multinacionales usando como operadores a la derecha ha sublevado a toda la Media Luna, es decir, a toda la Amazonía boliviana, que constituye el 60 por ciento del territorio del país, contra el gobierno de Evo Morales.

Interviniendo directamente o usando a las multinacionales y a los gobiernos controlados por la derecha económica y política, como en el caso del Perú, el proceso de ocupación a nombre del «desarrollo», la «modernidad» y la «globalización» económica, está en curso en toda la cuenca amazónica. Para resistir y construir un modelo de desarrollo humano, inclusivo, democrático y sostenible está emergiendo este nuevo mapa político donde los actores protagónicos son los pueblos indígenas, los bosquesinos y ribereños y todo el movimiento social andino-amazónico.

Conferencia de prensa contra privatización de bosques: Congresista Elizabeth León, Carlos Rincon, Sandro Fuentes y Congresistas Roger Najar, Jorge Foinquinos y Víctor Isla.