Llama la atención la gran solidaridad nacional e internacional que convocó la lucha amazónica. Desde que seguimos la coyuntura sistemáticamente (diciembre 2000), no habíamos visto que un conflicto social genere tanta solidaridad interna y externa.
La protesta de los pueblos indígenas ha permitido que Perú, que vivía de espaldas a la Amazonía, comience a descubrirlos, a preguntarse cómo piensan, cómo viven. Hay que resaltar que medios de comunicación como El Comercio han hecho un esfuerzo de difusión al respecto. Sin embargo, otros como Correo o La Razón, en consonancia con el espot del gobierno y con la expresión del señor presidente que decía que los indígenas eran “ciudadanos de segunda categoría”, han buscado poner a la opinión pública en su contra, calificándolos de salvajes o terroristas.
Jorge Bruce dice que “una de las manifestaciones más inquietantes de la crisis amazónica ha sido la reiteración de discursos racistas, en medios y personas, que propalan esta abominación con menos reparos cada día” (La República, 21 de junio).
El gobierno no ha salido bien parado en el conflicto y más bien ha asistido a un “deterioro de su reputación internacional por la manera como manejó la crisis” (Augusto Álvarez Rodrich, La República, 12 de junio). Y también a nivel nacional le ha significado una caída en su aprobación de nueve puntos situándose actualmente en 21 por ciento de aprobación, según la encuesta nacional urbana de Ipsos-Apoyo (El Comercio, 21 de junio).
Igualmente su credibilidad ha sido mellada. Ha quedado en evidencia que faltó a la verdad cuando señaló reiteradamente que derogar los decretos ponía en peligro el Tratado de Libre Comercio firmado con Estados Unidos.
La lucha amazónica ha abierto una posibilidad que la coyuntura de la crisis económica mundial no pudo abrir en el país: poner en cuestión el modelo de desarrollo de García, expresado en el “síndrome del perro del hortelano” que “no ha producido riqueza ni para las regiones ni para las mayorías del país. El modelo de García es el mismo de Fujimori: el neoliberal” (J. Oscátegui: “Impulsemos la modernidad, apoyemos la lucha amazónica”, La República, 11 de junio). En él, el rol del Estado se limita a ser facilitador de la gran inversión nacional y extranjera, pues se cree firmemente que sólo ella traerá empleo, tecnología y dotará de recursos al estado.
Consecuencias para los pueblos indígenas
Los pueblos amazónicos han demostrado una capacidad de organización y articulación pocas veces vista en el país, que, como dice J. Diez Canseco, le han permitido poner sobre la mesa tres asuntos:
1) la necesidad de que Perú se reconozca como país multinacional (implicando ello identidad cultural, educación, lengua, administración de justicia, manejo del territorio, representación política en el Estado, consulta y autodeterminación;
2) reformular el manejo de los recursos naturales, su relación con el medio ambiente y el beneficio que dejan a los pueblos y al país;
3) la profunda ilegitimidad de un sistema político sin transparencia ni control de la gente sobre las autoridades (“El búfalo del hortelano”, La República, 15 de junio).
Por otro lado, han dejado claro que el separatismo no está en su agenda, como maliciosamente afirmaron varios políticos y medios de comunicación. Reiteradamente han recordado su condición de defensores de la patria en los diversos conflictos habidos con el hermano país del Ecuador, felizmente ya superados. Y reiteradamente han demandado que se les reconozca como peruanos con plenos derechos.
Como señala el escritor Mirko Lauer, lo que los pueblos indígenas demandan no es independencia, sino autonomía. “Los pueblos autóctonos no quieren formar países nuevos, sino un mejor lugar dentro de los países que ocupan. La agenda de esta hora es más bien por derechos y respeto” (“Indígenas modernos”, La República, junio).
Este fortalecimiento organizativo y esta demanda de autonomía tiene viento a favor en el mundo globalizado. Lauer nos dice que “los amazónicos han demostrado que pueden movilizarse juntos y están generando una corriente mundial de apoyo entre organizaciones similares (bastante más influyente que las embajadas peruanas), los intereses de la globalización y la posibilidad de jaquear ciudades amazónicas son el tipo de palancas para negociar que no tenían antes”.
Recordemos que hoy está en el centro de la agenda mundial el tema del desarrollo sostenible, si bien nuestro señor presidente piensa que ese tema viene de la ideología comunista (en su artículo “El síndrome del perro del hortelano”: “El viejo comunista anticapitalista del siglo XIX se disfrazó de proteccionista en el siglo XX y cambia otra vez de camiseta en el siglo xxi para ser medioambientalista. Pero siempre anticapitalista” (El Comercio, 28 de octubre de 2007). El creciente deterioro ambiental a nivel mundial y la amenaza del cambio climático ha sensibilizado a mucha gente sobre la necesidad de un desarrollo respetuoso del medio ambiente.
El conflicto amazónico evidencia dos modelos de desarrollo en pugna. En el del gobierno la inversión es central, podríamos decir que para ellos “salvo la inversión, todo es ilusión”. En cambio, para los pueblos indígenas la inversión juega un rol, pero subordinado. El líder awajun (aguaruna), Santiago Manuin dice:
“No estamos en contra del desarrollo ni de la inversión, los necesitamos. Necesitamos una inversión bien trabajada, un desarrollo pensado desde la selva y a favor de la selva, que también va a ser lo mejor para el Perú. Mira la historia, cómo han quedado los pueblos indígenas, la deforestación, los ríos contaminados. ¿Eso es desarrollo?”
Y añade que en el mundo deben existir “personas conscientes que ayuden a resolver esto, a crear un nuevo modelo de desarrollo para nuestras selvas, cómo enriquecer mejor el trabajo de las maderas sin terminar con ellas, cómo usar nuestros recursos sin contaminar nuestros ríos, cómo seguir en nuestras tierras sin vivir en otro lado. Alguien debe haber en el Perú que entienda esto y nosotros siempre lo apoyaremos” (“No estamos en contra de la inversión, la necesitamos” Entrevista de Iñigo Maneiro Labayen en ‘Somos’, revista sabatina de El Comercio, 20 de junio).
Manuin da su versión sobre los sucesos del 5 de junio: “Los nativos no teníamos balas. La policía por susto disparó primero al aire y luego al ras y ahí hirió a uno. La gente empezó a actuar y luego me hirieron a mí gravemente. No tenemos armamento, la policía estaba muy equipada y nos atacaron también desde helicópteros”.
Si bien es innegable el triunfo obtenido por los amazónicos al lograr la derogatoria de los cuestionados decretos 1090 y 1064, la agenda pendiente de los pueblos indígenas es abultada todavía.