TIRANO FUJIMORI: EL PODER Y LA NADA

En la Declaración de la Independencia de Estados Unidos (1776) leemos: « ... cuando una larga serie de abusos y usurpaciones, dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia el designio de someter al pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad y su felicidad».

Culpable mediato de horrendos crímenes, de una guerra sucia que produjo miles de torturados, muertos y desaparecidos, cientos de mujeres violadas, mutiladas o esterilizadas. Si algunos de los
tiranos señalados permitían y aprobaban espeluznantes métodos de tortura, como soltar ratas rabiosas en las vaginas de las detenidas o arrojar a sus opositores políticos a cocodrilos hambrientos, Fujimori avaló las acciones de los psicópatas asesinos del Grupo Colina, Martin Rivas y Sosa «Kerosene», incluso los felicitó y posteriormente los amnistió a través de un congreso sumiso y cobarde. Cuánta razón tenía el sabio griego Bías de Priene cuando fue interrogado sobre los animales salvajes: «De los animales salvajes, el más feroz es el tirano, y de los animales domésticos, el más peligroso es el adulador». Perfecto retrato de Fujimori, de sus cortesanos y de sus geishas.

Fujimori concentró un poder absoluto durante los 10 años que gobernó. Y ahora ese poder ha sido su condena. Nadie mató al tirano como aconsejaba el Aquinate, pero nadie duda de la muerte civil y política del japonés. La paradigmática sentencia de los jueces César San Martín, Hugo Príncipe y Víctor Prado, aparte de devolvernos un ápice de confianza en el Poder Judicial, ha demostrado que no hay poder imposible de condenar. Y con qué hondura y sabiduría resuenan las palabras de Cristo: el que se ensalza será humillado …

El poder y la nada, Tirano Fujimori, son las dos caras de Jano: ambas miran a lados opuestos, pero olvidan que pertenecen a un solo ser, y esa es su tragedia: un rostro mira el poder, otro mira la nada, y al final el poder y la nada son el vacío. Eso tal vez lo comprenderás en los años de tu justo cautiverio.

¿Y no hubo una larga serie de abusos, usurpaciones, torturas, asesinatos, en el gobierno de Fujimori? ¿Y cómo se puede o se debe derrocar a un gobierno tiránico, malévolo y perverso, que hace del terror una política de Estado? ¿Cómo se debe salvaguardar la futura seguridad y felicidad del pueblo?

Hay una sólida tradición en el pensamiento occidental sobre la actitud del pueblo frente a los tiranos: Aristóteles y Platón consideraban la tiranía como la peor forma de gobierno. Santo Tomás de Aquino afirmaba que era lícito, para salvar al pueblo, sacrificar al tirano. (Véase De Vindicatione en la Suma Teológica); también así pensaban el padre Juan de Mariana (cf. su libro De rege et regis institutione) y el filósofo inglés Lohn Locke (Primer y Segundo Tratado de gobierno civil). Y a Jefferson se le atribuye la frase: El árbol de la libertad debe ser regado con la sangre de los patriotas y de los tiranos. El gran pensador H.D. Thoreau decía: Todos los hombres
reconocen el derecho a la revolución, es decir, el derecho de rehusar obediencia y sublevarse contra el gobierno cuando su tiranía o incompetencia son grandes e intolerables. El pensamiento de Marx sobre la tiranía real de la burguesía es bastante conocido. Y actuales pensadores de la talla de Hanna Arendt, Enrique Dussel, Marcelo Castoriadis y otros aprueban incluso la violencia como método para detener la barbarie de los tiranos contra el pueblo.

Que Alberto Fujimori fue un tirano terrorista está probado y que la condena a 25 años de prisión efectiva es insuficiente para reparar los crímenes que cometió. El peruano-japonés inscribe su nombre en la lista de los más odiados tiranos de América Latina: Alfredo Stroessner, los Somosa (Tacho y Tachito), Rafael Trujillo, Fulgencio Batista, los Duvalier (Papa Doc y Baby Doc), Augusto Pinochet, Juan María Bordaberry, los argentinos Jorge Rafael Videla, Roberto Viola, Leopoldo Galtieri y Raymundo Bignoni, entre otros despreciables sátrapas del siglo XX.