La unidad no es una sopa de letras


Decíamos hace mucho que la chicha estaba fermentando, queriendo decir que la gente se iba hartando de que le digan que todo iba bien, cuando el bolsillo y la olla nos decían a gritos que todo andaba mal.

Lo que queríamos decir entonces es que la gente se estaba hartando de que le mintieran. Que la gente se estaba hartando que le hablaran de los intereses del país cuando sabíamos que el país es
diferente dependiendo desde donde lo miras. Que el país y lo que le interesa al país se ve distinto desde el golf de San Isidro, la Plaza 2 de Mayo, La Balanza de Comas, el frío y el aire lleno de humo de La Oroya, o las fangosas trochas de Contamana.

Y ahora, que se anuncian huelgas, que todos los días sabemos de movilizaciones y protestas, queremos, quisiéramos creer que, nuevamente, la chicha está fermentando. Pero una buena chicha, que fermente como se debe, necesita un buen maíz, necesita una buena mano, un buen envase, buena tierra, y buenas ganas al hacerla, para que fermente como se debe.

Y lo que siento es que todavía nos queda camino para tener ese buen maíz, esa buena mano, ese buen envase, esas ganas sinceras.

Y toda esta letanía tiene que ver con lo que hacen -y no hacen- nuestros gremios y centrales sindicales, a propósito del fastidio de la gente.

Para empezar, tendríamos que reconocer que nos falta gente. Como que a ratos nos rebalsa la autocomplacencia. Puede ser que el plan anticrisis que propone la CGTP sea acertado. Decimos puede ser no con mala leche. Decimos puede ser simplemente porque publicar un documento no es suficiente.

Para que el Plan Anticrisis elaborado por nuestra central sindical PUEDA SER, realmente, necesitamos tener las condiciones para negociarlo. O para imponerlo. Y por eso vuelvo al punto de la gente. La gente común y corriente. La gente sencilla que día a día construye sus días, ¿sabrá del plan anticrisis de la CGTP?

Creemos que la gente no sabe mucho del plan anticrisis de la CGTP. Y sospecho que la dirigencia de la CGTP tampoco sabe mucho de lo que le interesa a la gente. Y cuando decimos gente no hablo de los dirigentes, de los organizados, de las centenas o pocos miles que siempre vamos a la Plaza 2 de Mayo a gritar consignas y de paso encontrar viejos amigos (viejos, si pues, cada vez con menos pelo y mas canas, aunque aún con todas las ganas de darle una patada en el traste al primer capitalista que asome por allí).

Pareciera entonces que el asunto no es sólo elaborar un buen plan anticrisis. El asunto es cómo este plan puede hacer carne entre la gente. No entre nosotros, insisto, sino entre la mayoría de la gente.
Y eso nos plantea el problema de la unidad en otra perspectiva. La unidad no es una sopa de letras. La unidad no es un evento en que nos juntamos y luego de uno o dos aburridos días recitándonos viejas frases hechas firmamos acuerdos. En todo caso, esa no es la unidad que requerimos.

Necesitamos que la mayoría de nuestra gente, de nuestro pueblo con cuyo nombre nos llenamos la boca cada tanto, se sienta unida. Sienta que puede hacer algo de manera conjunta. Que podemos defendernos juntos, luchar juntos para llenar la olla no sólo hoy, sino también mañana y todas las mañanas que han de venir.

Pero ese tipo de unidad, insisto, no se construye pensando en sopa de letras, en menjunjes de siglas y discursos entre privilegiados dirigentes. Deberíamos recordar un poco. Recordar cómo se
construyeron los gremios. Claro que entonces no teníamos dietas por ser parte de directorios, ni aparecíamos cada tanto en la televisión, ni los ministros nos recibían, invocaban o condenaban tan a menudo. Aunque tal vez, sí, esto último, si nos condenaban, bastante.

Entonces eran importantes las propuestas, como lo son ahora. Ya tenemos la propuesta, tenemos el Plan Anticrisis de la CGTP. ¿Y ahora qué hacemos? Organizarnos para difundirla, para defendernos todos defendiendo su contenido, encontrando rutas novedosas para llegar a la gente, son las repuestas evidentes.

Pero hay otras cosas por hacer, no tan evidentes, y que buscan responder a otra pregunta. La pregunta es cómo logramos ser mayoría en el país. Cómo hacemos para que la Confederación General de Trabajadores de Perú sea de verdad nuestra Confederación, la de todos los trabajadores. Porque todos trabajamos, de mil modos y maneras. Nadie nos regala la vida.

Por esta ruta las respuestas no son tan sencillas. O tal vez sí. Sencillas para decirlas, pero difícil de implementarlas. Tal vez una cosa sencilla sería volver a recordar que los gremios son espacios
de frente único. Es decir, espacios donde cabemos todos, en igualdad de condiciones. Que la democracia sindical debiera ser un principio rector fundamental para garantizar la representación de todos los trabajadores, y para garantizar la renovación, también.

Ahora que el gobierno apuesta por “salvar” a sus amigos empresarios, que escándalos como el de los petroaudios muestra que la lógica paramilitar que subordina directamente la acción de militares en actividad a intereses privados sigue tenebrosa y lamentablemente vigente, que se criminaliza la protesta social, y que el APRA inventa centrales y gremios paralelos, lograr llegar a la gente, ganar su confianza, dejar atrás nuestros viejos reflejos sectarios y controlistas, y construir desde ahora, en la práctica, gremios, centrales, organizaciones que sean de verdad anuncios de la sociedad diferente que soñamos, parece ser más urgente que nunca. Ojo, urgente, no fácil ni rápido.