CONSTRUYAMOS PODER POPULAR


En las siguientes líneas intentamos abordar de manera concisa uno de los temas cruciales en el pensamiento comprometido en la construcción de un futuro socialista: el poder popular.

Es deber nuestro encontrar los caminos, las vías por donde debe transcurrir el ansiado objetivo que perseguimos.


El problema del poder

El nudo de toda estrategia política revolucionaria es una transformación profunda de las estructuras del poder. En consecuencia, es lógico que toda organización que aspira a conducir procesos de transformación revolucionaria busque entender y desentrañar el concepto político de poder.

¿Qué es el poder? ¿Donde está ubicado? Responder a estas preguntas nos permite una visión de los alcances que tiene y del tratamiento que deberán hacer nuestras fuerzas para resolver este tema vital, esencial, en nuestro proyecto.

El Poder es expresión de las relaciones humanas. Corresponde al ámbito propio de las relaciones sociales. El Poder es esencialmente una relación social; como tal son los sujetos sociales los que producen poder y crean poder; el poder no es un objeto, una cosa, no «está» en algún sitio. No se puede apropiar. Corresponde a las categorías intangibles que producen los seres humanos. El poder se expresa en el orden social, en el acceso a recursos y privilegios, en las capacidades acumuladas por grupos y clases sociales.

Las sociedades moldean, según sus particularidades, las características del ejercicio del poder a su interior. La organización del poder trasciende la organización estatal e involucra al conjunto de las relaciones entre los seres humanos, entre los colectivos y también en las relaciones interpersonales.

El reto que nos proponemos es pues la transformación profunda de esas relaciones, porque entendemos que en nuestra sociedad se han construido formas de relación que articulan exclusión y autoritarismo, aunque, desde nuestra historia, también se mantienen formas diferentes de relación entre las personas, entre las colectividades.

El problema del poder no se reduce pues a la toma o el acceso a las instancias del Estado. En el Estado se manifiesta la dimensión propiamente política del poder. En la izquierda se han dado muchos debates sobre el carácter de clase del Estado, y la evolución de las propias instituciones políticas y las sociedades ha mostrado, el ejercicio de la dominación es complejo, y las instancias políticas no son reflejos mecánicos de las diferencias de clase. El propio Estado es un espacio de disputa, juega un rol clave en la estructuración de las sociedades, y en su configuración desempeñan un rol importante las propias tradiciones políticas nacionales, las particularidades de la cultura política.

Restringir el problema del poder a la disputa del poder estatal nos ha llevado a estrategias unilaterales en el pasado, o a falsas polarizaciones, entre «reformistas» y «revolucionarios», unos
preocupados por los procesos institucionalizados en las elecciones, otros priorizando los aspectos militares en la confrontación. En estas concepciones, se evidenciaba una pobre comprensión de los procesos de cambio histórico de las sociedades, y un profundo desconocimiento de la propia historia de nuestro Estado.

Lo que ahora nos interesa subrayar es entonces la complejidad del poder, su rol «ordenador» de la sociedad y del conjunto de relaciones humanas. En ese marco, la dimensión propiamente política es sin duda central, pero no única. Una estrategia de poder debe desenvolverse no sólo en torno al Estado, requiere desenvolverse, construirse, en el conjunto de la vida social.


Construyendo Poder Popular

Afirmamos la necesidad de que el pueblo sea partícipe directo en la construcción de su destino. Ello implica la lucha de todo el pueblo organizado, usando todos los medios, sociales, políticos, económicos, diplomáticos y materiales (autodefensa popular) a su alcance, siendo lo medular, lo fundamental y determinante de esta estrategia: LA CONSTRUCCION DEL PODER POPULAR. Todos nuestros esfuerzos orgánicos y materiales están destinados a construir un poder alternativo, nacido, emergido y creado por el pueblo en actividad y movimiento permanente en una relación horizontal con sus dirigentes.

Construir Poder significa alterar las relaciones sociales que ha construido y ha impuesto el capitalismo, es establecer nuevas relaciones humanas de solidaridad, de convivencia, de mutuo respeto a los derechos inherentes de los seres vivos. Es decir dar curso a una sociedad plenamente democrática en la que el poder se ejerza en forma horizontal, transparente, expresión de los seres que la construyen. Es imprescindible, replantearse toda práctica revolucionaria, sabiendo que la revolución no la hace una élite, no la hace una vanguardia. Los gérmenes del socialismo están en el pueblo, sin él es inviable cualquier proyecto.

La construcción del Poder Popular como germen de la futura sociedad, el Socialismo, es un camino largo, complicado y contradictorio. Mucho depende de la voluntad, la firmeza y la convicción con que se asuma este reto histórico. Hay que recalcar que no vamos a esperar a «tomar el poder» para dar curso a la construcción de los elementos centrales y constitutivos de esta esperanza de liberación .El Poder actual corresponde o expresa la fuerza social, política, económica de las clases dominantes, que lo han construido en el transcurso del tiempo para sus fines y objetivos, de tal forma que tiene la capacidad de reproducirse y envolver a todos los que estamos comprendidos en este engranaje. Este no es el poder que aspiramos.

«La creación de un mundo nuevo y de una sociedad nueva es obra de la multitud, de un proceso molecular, necesariamente mas amplio, mas largo, mas complejo, que cualquier decreto de una minoría esclarecida»

Si las exigencias revolucionarias son únicas en todo proceso y no una mera imitación y repetición de formulas, entonces nos invita a la creatividad. Hay que reinventar las nuevas formas de lucha, de acumulación social y política, con toda la riqueza cultura del que somos herederos, allí esta el reto, todas las vías para la construcción del poder del pueblo son validas. Las luchas regionales deben interactuar en el desarrollo del poder popular.

Si la construcción del poder viene de abajo y no de arriba y que los constructores del mismo son los sujetos sociales, los hombres y mujeres de carne y hueso, entonces lo mínimo que podemos exigirnos y exigir es coherencia ética y moral, coherencia entre lo que se dice, se piensa y lo que se hace. Porque los sujetos sociales son seres con una conciencia, solamente los sujetos pueden cambiar las circunstancias. Hay que empezar a ser sujetos, de lo contrario corremos el riesgo de reproducir el poder al cual negamos. Valdría hacer una pregunta, ¿Qué nos diferencia, aparte de lo ideológico, con cualquier persona común de la derecha? Somos producto del medio del que vivimos, Marx decía que somos un producto social. Por eso el Che le daba tanta importancia al tema del hombre nuevo. ¿Seremos capaces de construir lo nuevo sabiendo que somos producto y que actuamos como lo viejo?

Las reformas neoliberales de los 90’ han cambiado radicalmente el rol del Estado en nuestra sociedad, y han jugado un papel clave en la desarticulación de los movimientos sociales. No se trata sólo de la derrota de las organizaciones políticas y de la desarticulación orgánica de las representaciones y estructuras sociales. La lógica de acumulación política, la experiencia construida en el pueblo y sus líderes, que giraron en torno a la demanda de inclusión en el orden estatal, en el reconocimiento de derechos, fue una característica central de la acción política en el seno de las masas, aún cuando en el discurso de los líderes y las organizaciones políticas de vanguardia, el discurso de ruptura con el orden establecido fuera el hegemónico.

El repliegue del Estado de varios sectores clave de la economía a través de las privatizaciones a favor de las transnacionales, trasladaron al escenario del mercado aspectos que anteriormente eran materia del debate político público, como las tarifas de servicios públicos o los precios. Los cambios en la legislación laboral contribuyeron a minar y desarticular las representaciones sindicales. El desprestigio de la política y de los políticos arrastró a las organizaciones y líderes de izquierda que habían logrado posicionarse en los espacios de representación pública, y los medios de comunicación adquirieron un nuevo y preponderante rol en la conformación de la opinión pública.

Se ha reproducido la debilidad del Estado, y ha fracasado el intento de reformarlo desde una óptica neoliberal. Las élites han insistido en una lógica de acumulación que refuerza el modelo primario exportador, lo que ha extendido la diferenciación social y los mecanismos de exacción de excedentes a través de los bajos salarios. Han logrado extender el consumo, pero un consumo de baja calidad, y han abandonado los esfuerzos de ampliación de servicios públicos y reconocimiento de ciudadanía a las mayorías, salvo algunas iniciativas parciales e inconclusas.

En ese contexto, nuestra gente, nuestro pueblo, ha desplegado su potencial transformador con creatividad y energía. La llamada economía informal se ha desplegado en las ciudades en diversos sectores, en el campo la pequeña agricultura se mantiene en resistencia pese a las duras condiciones de intercambio con la economía capitalista. Han florecido también economías ilegales. El orden neoliberal no ha logrado imponerse, y en las prácticas, en la vida de nuestra gente se vislumbran embriones del nuevo orden. Están teñidos de lo viejo, eso también es cierto. Las nuevas economías reproducen condiciones de explotación que para algunos las asocian a los albores del nacimiento del capitalismo europeo. El orden estatal no llega a las mayorías. La gente reinventa sus tradiciones, construye, o intenta construir, en medio de la precariedad, algún tipo de orden.

Lo que está en cuestión, entonces, es si es posible, en estos embriones, encontrar las pistas de la construcción de otra sociedad. Paradójicamente, vuelve a ponerse en debate si es necesario que el capitalismo se despliegue plenamente, como condición de la construcción del socialismo. O si es posible encontrar otras rutas.

Nuestra apuesta por el poder popular es justamente esa. Creemos que en el Perú de hoy los embriones del poder popular ya existen, no por obra de ninguna vanguardia iluminada, sino por la acción de la gente. El descreimiento respecto del Estado, la desconfianza respecto de la legalidad, que para muchos de los actuales teóricos de la democracia son signos de debilidad y de
riesgo, son para nosotros, por el contrario, signos de esperanza, bases para construir una opción distinta.

Nuestra principal debilidad es no estar suficientemente articulados con esos procesos. Nuestras concepciones están todavía demasiado ancladas en los moldes de la acción sindical y la organización política para confrontar y demandar al Estado, o para intentar representar a la gente. Todavía muchos compartimos la ilusión de una modernización occidental redentora.

Nuestra apuesta tiene aún el signo de la incertidumbre. Es cierto. No es posible aún la certeza. Para nuestra gente, para la gente del pueblo, el esfuerzo por la sobrevivencia, pone a la orden del día las necesidades del presente, no permite, aún, vislumbrar con claridad una imagen de futuro.

Pero nuestra gente también bebe de una tradición antigua. La reciprocidad no es un discurso. Las nuevas ciudades, construidas sobre la base de sus esfuerzos colaborativos, sus iniciativas económicas, la construcción de amplias redes, son muestras de una tradición que vive y se reinventa sin cesar. La apropiación del espacio urbano y del imaginario con sus símbolos, con sus
ritmos, con sus sabores, nos muestran que existe la posibilidad de transformación.

Construir poder popular no es entonces construir guetos aislados. Es atrevernos a articularnos con la vida de nuestro pueblo, con sus iniciativas, con sus apuestas. Será también un espacio de debate, de discusión respetuosa frente a sus opciones, cuando encontremos discrepancias. De nuestro encuentro, podrá nacer una apuesta de futuro.

Se trata de construir cotidianamente, la nueva sociedad que aspiramos. Se trata de encontrar pistas para fortalecer la economía popular, de darle un nuevo sentido a los servicios públicos, en los lugares donde nos encontremos. Se trata también de dar un nuevo contenido al debate público, al ejercicio del poder público, de la autoridad.

Estamos dispuestos a caminar junto a nuestro pueblo, a construir juntos el sueño de una sociedad justa, de atrevernos a intentar conquistar el pan y la belleza.


Afirmando autonomias

En la ruta constructiva del poder, asumimos que su realización tiene que darse desde una perspectiva autónoma, materializando la idea de ir creando organismos que sean herramientas sólidas de objetivo y valores a alcanzar. Hay que remarcar la autonomía con respecto al Estado y en los territorios bajo conducción, dirección del pueblo y las fuerzas transformadoras.

La construcción de las autonomías se edifica sobre las tradiciones históricas del país. Somos herederos de una de las culturas más importantes de la humanidad que florecieran en esta parte del continente. Somos un país multicultural con una cosmovisión del mundo y una filosofía propias. Las culturas Andinas y Amazónicas debe de ser la raíz de todo proceso constructivo de una nueva sociedad. De las resistencias iniciales desde la invasión españolas y en el transcursos de la colonias ha pasado a un posicionamiento iniciado en las cíclicas migraciones andinas hacia las ciudades costeñas donde, con sistemas tradicionales de reciprocidad, asociacionismo cooperativismo, han construido en medio de los arenales y páramos urbes y comercios florecientes. Ello es un indicativo de las potencialidades de nuestras culturas y de los contenidos que encierra para nuestro proyecto.



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