Una amenaza para la biodiversidad. TRANSGÉNICOS


Los defensores de los transgénicos están convencidos que estos cultivos son buenos para la salud de las
personas, no ponen en riesgo nuestra biodiversidad y, por consiguiente, se debe permitir el libre acceso de estos productos a nuestro país. Lo cierto es que detrás de esta campaña están empresas internacionales que utilizan su poder comercial e influencia política para lograr que más países dependan de lo que consideran los avances de la ingeniería genética.


Los transgénicos Organismos Modificados Genéticamente (OGM) son organismos vivos que han sido creados artificialmente manipulando sus genes. Las técnicas de ingeniería genética consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano) para introducirlos en el material hereditario de otro.
Por ejemplo, el maíz transgénico que se cultiva en España lleva genes de bacteria que le permiten producir una sustancia insecticida. El año pasado se reportó tres eventos transgénicos en cultivos de maíz amarillo duro en el valle de Barranca, al norte de Lima, lo que aumentó el debate de los riesgos e impactos que genera la introducción de cultivos genéticamente modificados en el Perú.

La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies para crear seres vivos que no existían en la naturaleza. Se trata de un experimento a gran escala basado en un modelo científico que está en entredicho. Incluso, algunos sostienes que los cultivos transgénicos no son lo opuesto a los orgánicos, por lo que existe la posibilidad de que ambos tipos de cultivos coexistan y resuelvan el problema alimentario del país.


Cultivos tóxicos

Algunos de los peligros de estos cultivos para el medio ambiente y la agricultura son el incremento del uso de tóxicos en la agricultura, la contaminación genética, la contaminación del suelo, la pérdida de biodiversidad, el desarrollo de resistencias en insectos y «malas hierbas» o los efectos no deseados en otros organismos. Los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles.

Los riesgos sanitarios a largo plazo de los OMG presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias, aparición de nuevos tóxicos y efectos inesperados son algunos de los riesgos.

Con el argumento de que estos cultivos son la tabla de salvación para combatir el hambre y la desnutrición, la industria de los transgénicos utiliza poderosos lobbies para convencer a más países sobre la conveniencia de introducir estos productos en sus territorios.

A pesar de que nuestra Constitución Política establece la obligación del Estado de promover la conservación de la biodiversidad biológica para garantizar la preservación de ecosistemas, especies y genes, hay quienes pretenden burlar este marco legal para introducir OMG sin importarles los riesgos al ambiente, la salud humana y sus implicancias socioculturales y económicas.

Para los defensores de los transgénicos tampoco sirve que a nivel mundial el Perú figure entre los 10 países mega diversos, que concentra el 70% de la biodiversidad del planeta en ecosistemas, especies, recursos genéticos y diversidad cultural, siendo centro de origen y diversificación de importancia mundial de recursos genéticos.


Precaución

Por eso es importante defender la aplicación del Principio de Precaución establecido en el Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología. Los ensayos en campo, incluso a pequeña escala, presentan igualmente riesgos de contaminación genética, por lo que también deben prohibirse.

Si bien el Perú no tiene definido una Política Nacional de Bioseguridad y Biotecnología Moderna, esto no debe impedir la detección e identificación oportuna de los productos transgénicos que pudieran estar ingresando al país. Para reforzar esta medida representantes de la sociedad civil consideran necesario que todos los productos de procedencia transgénica que ingresen al país tienen que ser etiquetados tal como ocurre en Brasil, Venezuela, Chile, Inglaterra y Alemania.

Más allá del debate sobre si nuestro país debe abrirles las puertas o no a los productos transgénicos, se trata de un tema que no sólo compete al presente sino a las generaciones futuras que son las que podrían sufrir las consecuencias de lo que hoy decida los gobernantes de turno.