El negocio de la Multinacional Monsanto: EL ‘LOBBY’ DE LOS TRANSGÉNICOS CONTROLA LA POLÍTICA ALIMENTARIA

La tecnología transgénica pretende hacer creer que mejorará la agricultura y el medio ambiente para ayudar a combatir el hambre. Esto es un falso y cinico, usar la pobreza como arma publicitaria.

Quién controle las semillas controlará la alimentación del planeta, por lo tanto controlará el mundo. Esta frase es la esencia y verdadero eslogan del negocio de Monsanto, el gigante de los transgénicos, desnudado en la investigación de la periodista francesa Marie Monique Robin, «El mundo según Monsanto».

Muchas son las mentiras y falsedades que desvela la investigación de las supuestas bondades de los transgénicos que tanto defiende Monsanto. Demasiadas para una empresa que goza de muchos privilegios en las administraciones públicas.

Una cosa es lo que dicen y otra es lo que hacen: la mayor parte de los cultivos transgénicos comercializados hasta la fecha se destinan a animales, no a consumo humano. Es decir, por un lado es peliagudo combatir el hambre produciendo para animales y por la expansión de soja transgénica en forma de enormes monocultivos por muchos países empobrecidos no sólo no ayuda a sus agricultores, sino que ha sido la principal causa de expulsión de campesinos en los últimos años. Si esas cosechas se siembran y cultivan con avionetas, ¿dónde queda el trabajo campesino? Si la exportación de esos cultivos sólo se la pueden permitir grandes corporaciones, ¿dónde queda el beneficio para las y los pequeños agricultores? Si esos cultivos han acaparado miles y miles de hectáreas ¿en qué rincones pueden las familias cultivar alimentos? Y los parcos esfuerzos en mejorar cultivos destinados a la alimentación humana no han funcionado. El boniato (camote) transgénico de Monsanto en Kenia resultó ser mucho menos productivo que la variedad de boniato no transgénico.

Pero donde tenemos las evidencias más desgarradoras es en India con el algodón transgénico de Monsanto. Antes de los transgénicos los agricultores indios utilizaban sus abonos y pesticidas naturales y guardaban las semillas para las siguientes temporadas, pero a partir de la introducción de las semillas transgénicas de Monsanto, por diferentes distribuidoras indias bajo su control y fuertes campañas publicitarias, las cosas cambiaron.

Son semillas patentadas y está prohibida su reproducción en los siguientes años. Qué paradoja, semillas no renovables, que además requieren de insecticidas específicos (propiedad de Monsanto), por lo que la anterior independencia agrícola de cada campesino se ha convertido en una ‘esclavitud’ de Monsanto. Y en deudas, muchas deudas, que el precio final del algodón (compitiendo con algodón subvencionado de EE UU), las plagas y las inclemencias del tiempo, no le permiten subsanar. Entonces, con el agua hasta el cuello, deciden suicidarse.

¿Cómo es posible que una empresa esté haciendo negocio con una actividad tan criminal? ¿Cómo es posible que ‘invente’ semillas que una vez patentadas queda prohibida su conservación y reproducción, que sería lo ecológicamente razonable? ¿Cómo es posible? Es una cuestión de pedigrí, la empresa tiene 107 años de historia y se le reconoce ser impulsora del PCB (elemento cancerígeno utilizado en transformadores eléctricos) y de proveer en la Guerra de Vietnam del químico ‘agente naranja’ utilizado por las tropas estadounidenses para fumigar el territorio enemigo. De hecho, lo que se puede afirmar es que detrás del espejismo de los transgénicos sólo existió la voluntad de Monsanto de vender su herbicida. El invento de semillas transgénicas es sólo el instrumento para mantener y aumentar las ventas del herbicida.

En los últimos meses, Grecia, Austria o la República Checa han prohibido la plantación de este tipo de productos dentro de sus fronteras. A ellos se les unieron recientemente Francia y Alemania, que vetaron a sus agricultores el uso de la semilla del maíz de Monsanto, aludiendo riesgos sanitarios y medioambientales.

Los agricultores se muestran cada vez más contrarios a la implantación de este tipo de productos por varios motivos:

1. Pérdida de autonomía, ya que después de una cosecha transgénica no pueden reutilizar las semillas que naturalmente generan sus plantaciones por estar sujetas a la patente de Monsanto.

2. Las plantaciones ecológicas se ven contaminadas por el polen de campos cercanos de transgénicos, convirtiendo sus productos asimismo en transgénicos.