SOCIALISMO Y ECOLOGÍA PARA UN NUEVO PERÚ

La última década del siglo XX fue escenario de una sucesión de cambios que modificaron la faz del mundo y pusieron en crisis ideologías y paradigmas, al mismo tiempo que sometieron a prueba la entereza moral de una generación


El supuesto fin de las ideologías, los rabanitos, el viejo roble y la espiga

Sobre las ruinas del colectivismo soviético, muchos ex-comunistas se abocaron a la reconstrucción del capitalismo con la convicción y entusiasmo característica de los conversos. No fue mejor la actitud de quienes congelados en el pasado repitieron, con ligeros retoques, los discursos barridos por la historia, y lo que es más grave, mantuvieron y mantienen las mismas prácticas sectarias, hegemonistas y demagógicas que nos llevaron al despeñadero, como si nada hubiera pasado.

Sin embargo, hay también mucha gente que supo mantener durante estos años difíciles una firmeza de principios, a la par que una actitud crítica, reflexionando seriamente sobre la experiencia habida y mirando de manera serena y objetiva los cambios producidos en el mundo, condiciones imprescindibles ambas para encontrar nuestros propios rumbos hacia una patria socialista.


La corta victoria del capitalismo global y su crisis sistémica

El capitalismo global y el mundo unificado unipolar, no tuvo mucho tiempo para celebrar su victoria sobre su rival de siete décadas: el comunismo. Paradójicamente nos encontramos en un contexto de mayores ansiedades e incertidumbres, producto de la lógica perversa del sistema. Y es que los poderosos de la tierra no pudieron sentirse seguros ni respirar satisfechos de su victoria, pues viven rodeados de un mar humano de miseria y descontento en el cual fermentan las más diversas reacciones y pasiones enfrentadas, con razón, a un sistema injusto y excluyente.

Una de las formas más sencillas y trascendentes es la del anónimo, persistente e infinitesimal proceso migratorio del Sur al Norte del planeta. Fenómeno de largo alcance y enormes consecuencias, tanto en las metrópolis como en la periferia.

En diversos lugares del planeta, incluidos los propios países metropolitanos, se han venido produciendo movimientos antiglobalización, así como multitudinarias manifestaciones de rechazo a la política de gendarme mundial de los EE.UU. Corrientes contestatarias se despliegan, aunque ciertamente, de manera dispersa e intermitente, pero dando cuenta de una voluntad de resistencia.

La victoria electoral de Barack Obama en los Estados Unidos, aún cuando no cambiará la naturaleza imperial de este país. Intenta recuperar a los EEUU de la crisis, al mismo tiempo que adecuarlo a la nueva realidad de un mundo multipolar, y donde los EEUU dejaron de ser la superpotencia incontestada.

Sin duda que esta crisis va a cambiar el panorama mundial, y uno de los resultados más notables será la impugnación de la hegemonía de los EEUU. El mundo tiene claro que ellos son los principales responsables de la crisis, y que nos la están lanzando encima.

Pero hay más que eso, cada vez hay mayor conciencia de que esta será una crisis de larga duración y que tendrá que servir de base para el desarrollo de un nuevo tipo de economía, más equitativa y sustentable, que acabe con el consumismo desenfrenado de las metrópolis y de las elites de los países dependientes, que implique una redistribución de la riqueza mundial, una menor producción de armamento y de automóviles y menos consumo de combustibles fósiles, y que en cambio, además, propicie el uso de energías renovables, el desarrollo de la agricultura orgánica y mayor uso de bicicletas.


En América, los vientos soplan hacia la izquierda

En América Latina desde la segunda mitad de los noventa, y como respuesta de los pueblos al fracaso neoliberal, surgieron diversos regímenes con propuestas de cambio, de raigambre popular y perspectiva socialista. Derrotando en las urnas a los representantes de la derecha, la izquierda latinoamericana ha ido extendiendo su influencia, y sus más recientes triunfos en Paraguay y El Salvador muestran su consolidación, a pesar de todas las maniobras de los poderosos y de una derecha que, en su desesperación no vacilan en recurrir al fraude descarado (como en México), a la asonada golpista (como en Venezuela), o intentan fragmentar el país escindiendo a sus provincias más ricas (como en Bolivia).

Claro está que no se trata de un proyecto homogéneo. Pero es indiscutible que existe una común sensibilidad respecto a las reivindicaciones económicas, políticas sociales y culturales de las mayorías, así como su claro propósito de afirmar su soberanía nacional frente a los poderes imperiales, recuperando su capacidad de decidir su destino con proyectos inclusivos.

Es en la mirada lúcida y fecunda de las diversas vertientes populares de donde extraeremos los elementos para la edificación del porvenir. Para los socialistas ha llegado la hora de rescatar lo mejor de nuestras tradiciones y de lanzarnos de nuevo a la batalla. Es cierto que carecimos de la madurez y la perspectiva necesaria para dar continuidad al gran movimiento social y político que desde los años 60 nos convirtió en una fuerza gravitante en la vida nacional. El exceso de ideología nos hizo extraviar los caminos, ya sea por que unos redujimos la democracia a elecciones cayendo en el caudillismo y el usufructo personal del cargo público en lugar del bien común, mientras que otros en la tentación violentista.

La lucha es multifacética e integral

Hoy cobran relevancia movimientos identitarios. Las luchas de género en que las mujeres aspiran a ocupar su lugar como la mitad del mundo que son, cuestionando la sociedad patriarcal, en particular sus formas más perversas como son la violencia doméstica y la violación sexual. La toma de conciencia de los pueblos indígenas quienes exigen la revaloración de su lengua y su cultura y nos dicen que es posible relacionarse con el cosmos desde otros fundamentos éticos que impliquen la solidaridad entre los hombres y mujeres y la reconciliación con la naturaleza. Las luchas de movimientos ecologistas de intelectuales urbanos y comunidades campesinas y nativas de la sierra y selva opuestas a la depredación y la contaminación producida por la gran minería, las petroleras, los madereros y los narcotraficantes.


Democracia que defienda los intereses de los más desprotegidos

Ahora tenemos claro que socialismo y democracia no son elementos contrapuestos o excluyentes, sino aspectos de un mismo proceso. El socialismo, así, significa la realización radical de la democracia. En esta democracia, la sociedad como un todo, y no sólo las elites, se hacen sujetos de la acción política. Democracia participativa y no solo representativa y delegativa. Democracia vivida en la familia, la escuela, la comunidad, la producción, las organizaciones sociales y en la construcción del Estado. Lo que interesa a todos debe ser discutido y decidido por todos. El socialismo no será otra cosa que llevar la democracia hasta sus últimas consecuencias, lo que significa:
· Combinar imaginativamente la democracia directa y la representativa;
· Democracia desarrollada también en el proceso productivo, llevada al principal bastión de la dictadura del capital: la empresa, cuya propiedad de los medios de producción (que hoy incluye el conocimiento) y gestión autoritaria impugnamos. Para el capitalista la democracia termina en la puerta de su empresa, adentro la tiranía de dueños, gerentes y técnicos. Los trabajadores deben participar en las decisiones sobre la producción, sus métodos, y la prevalencia de los fines sociales y ecológicos, sobre los del valor de cambio y la ganancia;

· La política, para ser tal, requiere reencontrarse con la vida cotidiana, siendo el cuestionamiento de las distintas formas de opresión un elemento central que nos obliga a estar vigilantes de nuestras prácticas para no construir nuevas opresiones en nombre de la liberación y la aspiración de justicia.
Tenemos que poner punto final a la oscura época de la «república sin ciudadanos» de la que nos hablara Alberto Flores Galindo. Acabar con las ciudadanías de distinta clase, diferenciadas por el dinero o el color de la piel, es una tarea pendiente. Que todos y todas puedan sentir que son iguales frente a la ley, que la autoridad se sienta efectivamente comprometida con sus electores y todos sus compatriotas, que a cada niño nacido le sean concedidas iguales oportunidades, y que todos ejerzamos libre y voluntariamente nuestros derechos y nuestras obligaciones, es decir, ser ciudadanos autónomos, es un eslabón clave en el proceso de liberación de nuestra patria.


La reconciliación con la madre naturaleza: Socialismo y Ecología

El socialismo marxista fue hijo del industrialismo y de la modernidad. Se sostuvo sobre dos premisas que la historia ha desmentido: que la naturaleza era una fuente inagotable (o casi) de recursos a ser explotados, y que era posible construir una sociedad de la abundancia en la que la apropiación privada de los bienes dejaría de tener sentido.

Hoy sabemos que el industrialismo, tanto en sus versión capitalista y como en la «socialista», fue depredador y contaminante. Fue recién en la segunda mitad del siglo XX que las mentes más lúcidas que venían desde el campo de las ciencias naturales empezaron a dar las clarinadas de alerta respecto a las gravísimas consecuencias que estaba trayendo para el planeta tierra y para la vida humana el modelo de desarrollo imperante. Fue entonces que surgió la ecología como disciplina científica y luego las diversas corrientes que constituyen el ecologismo, que es un movimiento plural. Así se trata de cuestionar el conjunto del modo de producción y consumo imperante, esta corriente, a la que adscribimos, la llamamos eco-socialismo.

Socialismo y Ecología es colocar la sociedad y el «nosotros» en el centro de las preocupaciones humanas, lo que significa que el proyecto económico debe estar al servicio del proyecto social y del proyecto ecológico. Recordemos que la intuición básica del socialismo es la concebir la sociedad como el sustento de la vida y de la humanidad del hombre.

La economía debe someterse a la política, y la política a la ética de la solidaridad y de la participación del mayor número de personas en la determinación del rumbo de sus sociedades, que son las que marcan la orientación de sus vidas.

Socialismo y Ecología postula el uso de energías renovables, perennes y no contaminantes, como el sol, el viento, las mareas. Especialmente la energía solar, despreciada por el capitalismo por no poderse hacer negocios con ella, ya que es gratuita.

Socialismo y Ecología propone soluciones que nacen de las bases, que ahorran recursos naturales y reducen la polución atmosférica, como el impulso de los sistemas de transporte publico masivo y el uso de las bicicletas, retirando de las calles millones de automóviles que arrojan CO2 y están entre las principales causas del efecto invernadero y del calentamiento global que traen funestas consecuencias. El reciclaje pasará a ser uno de los componentes claves del desarrollo económico de nuevo tipo.

Socialismo y Ecología requiere de instancias de gobierno supranacionales que, en nombre de la población del planeta, administre los recursos naturales de tierra, aire y agua, en términos justos y equitativos. Llama la atención sobre las consecuencias funestas que el calentamiento global para la provisión de agua del planeta. El agua es un derecho humano como el aire, y su defensa y suministro equitativo una de las prioridades estratégicas para un mundo vivible.

La tierra no puede sostener la voracidad consumista del capitalismo. O nos hacemos socialistas por razones ético-políticas y ecológicas, o pagaremos las consecuencias del desastre que se nos viene.

Es evidente que el socialismo no puede ser la prolongación de la dinámica productivista y depredadora del capitalismo, sino que tendrá que reconciliarse con la naturaleza y promover estrategias de desarrollo sustentable. Está en juego la supervivencia de la vida sobre la tierra.

Hay que combatir la idea de que el problema principal en la lucha contra la pobreza es aumentar la producción. En el mundo actual hay riqueza más que suficiente para satisfacer las necesidades de la humanidad. La producción más bien tendría que ralentizarse, que reorganizarse a partir de nuevas prioridades. Nuestro país no puede apostar su futuro a ser furgón de cola del capitalismo del desperdicio. El problema clave de la economía y la política actual es como organizar la distribución de los bienes y una vida digna para las mayorías en una época en que crecientes masas de seres humanos son excluidos de la tierra y del trabajo.

Hoy el campo tiene que ser mirado desde una nueva perspectiva: espacio de vida saludable, fuente de seguridad alimentaria, lugar de reencuentro con la pachamama y con la diversidad cultural. El bosque no debe se más mirado como recurso explotable, sino como fuente de vida, productor de diversidad ecológica y de oxígeno.


Partir de la realidad para transformarla

Hay la necesidad impostergable por nuevos valores y nuevos paradigmas.

Y así como hay diversos retos habrá diversos socialismos y no un modelo único. Si bien la aspiración al tránsito «del reino de la necesidad al reino de la libertad» es universal, las formas específicas que adquirirán los regímenes políticos y la manera como organizarán su economía se ajustarán a las realidades concretas.

Hemos aprendido, a fuerza de golpearnos de la realidad, que los caminos de la emancipación humana se hacen al andar, que no hay recetas preestablecidas, que cada pueblo, como cada hombre y mujer, tendrá que afrontar sus retos, desde su singularidad histórica y cultural.

De las luchas de nuestros pueblos, extraemos lecciones que consideramos vitales de asimilar para quienes perseveramos en la aspiración a un mundo nuevo, hecho a la medida del hombre. Siendo las más significativas:
· Que es imprescindible recuperar la capacidad de gestión y planificación del Estado, que en representación de la comunidad política de hombres libres, establezca las prioridades nacionales y coordine los esfuerzos en función del bien común.

· Frente al capitalismo que globaliza y centraliza el poder, afirmamos la necesidad de la desconcentración del poder y la fuerza de las localidades, de la construcción de redes sociales autoorganizadas, de la asociación libre de los productores.

· Frente a la lógica perversa de la inclusión-exclusión que produce la globalización, aspiramos la construcción de una sociedad en la que quepamos todos y nadie sobre.

· Pretendemos una democracia que no sea solamente una forma de gobernar, sino también, y sobre todo, una forma de vida, que parte de la aceptación de la diversidad
y del reconocimiento respetuoso del otro. Asumimos que lo privado también es político.

· En lugar de que primen la lógica de la ganancia y del poder, buscamos fomentar la lógica contra-hegemónica de la satisfacción de las necesidades sociales, de un desarrollo dirigido al máximo despliegue de todas las potencialidades humanas en su integridad y en su diversidad.


El mundo y las sociedades tienden a la diversidad y no a la homogeneidad. Por lo tanto, la pluralidad será una característica de la existencia humana, y el respeto a esta pluralidad la condición de una convivencia civilizada. Hay que pensar el mundo, y el Perú en él, desde la diversidad. Los afanes homogenizadores de la modernidad occidental devinieron en racismo, etnocidio y homofobia, y con ello, en empobrecimiento general de la humanidad.


Nos corresponde una gran batalla por la pacificación de la existencia

Por lo mismo, la violencia política sólo es admisible como recurso extremo en situaciones extremas, cuando las otras vías han sido cerradas. Excepción y nunca componente esencial o privilegiado de una estrategia que tiene de protagonista a las masas movilizadas y conscientes de su propio destino.

Nos corresponde a los socialistas peruanos, en la actual circunstancia histórica, una compleja e impostergable tarea: la de reconstruir el proyecto socialista que, fundado por José Carlos Mariátegui, se desplegó con fuerza entre las décadas del 60 y el 80, entrando a partir de los 90 en una crisis de la que aún no logra salir. Una crisis en todos los órdenes, producto de una derrota de vastas proporciones y de la que nos estamos recuperando.

Pero los momentos más desfavorables están quedando atrás. Hay en marcha un lento y molecular proceso de reversión de la tendencia a la dispersión, estimulada, entre otras razones, por una reactivación de los movimientos sociales.

Nuestra principal tarea es de reagrupar fuerzas en un camino unitario que permita la convergencia de quienes supieron mantenerse firmes en los tiempos duros de la represión, que no abdicaron oportunistamente de los principios ni renegaron de sus banderas. Tenemos que estar abiertos a lo nuevo que se ha ido gestando y que es resultado de la actual realidad histórica. En realidad lo más importante es tener la capacidad de despertar las ilusiones y entusiasmos de las nuevas generaciones juveniles que con mente y corazón limpio, puedan emprender nuevos caminos.

Unidad de lo diverso; unidad indispensable en la lucha contra el imperio y por el desarrollo independiente de los pueblos

Unidad de lo diverso, unidad contradictoria y con tensiones, pero unidad indispensable. Unidad para aquello que anunciara Túpac Amaru cuando dijo: «Volveré y seré millones». Saquemos lecciones del pasado reciente. Dejemos atrás sectarismos y hegemonismos. El despliegue de nuevos movimientos sociales plantea retos novedosos. La gente demanda una nueva relación entre los políticos y sus organizaciones, entre la política y la vida cotidiana, entre la ética y la política. La afirmación de la autonomía, la vocación profundamente crítica y transformadora de los movimientos sociales, obligan a repensar las nociones de representación, de participación, de la acción colectiva y el bien común frente al respeto de la diversidad y la multiplicidad, de la interacción de lo público y lo privado.

América Latina tiene que unirse. Esta es una vieja aspiración bolivariana, pero también, como no,
tahuantinsuyana. Esta no es una opción entre otras, es la única que existe en este mundo globalizado y de poderosos bloques regionales. En este sentido la política de los TLC promovido por los EEUU y los neoliberales para anexarse uno a uno paisitos sin capacidad de negociación, ha sido nefasta. Esta integración segmentada a la economía mundial se hace al precio de la desintegración interna, dejando amplias franjas sociales y regiones en el universo de los excluidos de la modernidad.

El neoliberalismo produjo un daño enorme al debilitar no sólo la capacidad de gestión del Estado, sino también y sobre todo al cuestionar su legitimidad. Así, privatizada la política, las transnacionales y los grandes monopolios nativos impusieron sus nefastas reglas de juego a lo largo de la década de lo ochenta y parte de los noventa, en que empezaron a producirse las reacciones.

En el Perú el neoliberalismo ha logrado mantener las riendas del poder vendiéndose al imperio como aplicado y confiable pupilo, ajeno a las veleidades nacionalistas de sus vecinos. Apuesta a ser plataforma del capital transnacional y eventual soporte de la política regional de los EE.UU. Perú (y Colombia) son escollos de la integración regional. Corresponde a las fuerzas populares peruanas poner a nuestro país a la altura de los desafíos actuales, convertidos en perentorios por
la crisis.


Acortar la brecha con los países ricos

Uno de los cambios trascendentales producidos desde fines del siglo XX es el tránsito a la Sociedad de la Información y el Conocimiento. Estamos ante un nuevo paradigma que cambia completamente no solamente las formas de producir, sino la propia subjetividad humana.

Las distancias entre los países ricos y los pobres se acrecientan día a día en este terreno. La inversión en la formación de técnicos y científicos de primer nivel, en países como el Perú, es mínima. El esfuerzo de desarrollar investigación científica e innovación tecnológica es prácticamente nulo por parte del Estado y las empresas. Sólo existen esfuerzos aislados e inconexos de unas pocas Instituciones y Universidades, a los cuales los gobernantes suelen darles poca o ninguna importancia.

La riqueza mayor que nos expropian hoy las metrópolis imperiales es el talento de nuestros mejores profesionales en todas las áreas. Año a año miles de jóvenes, muchos de ellos brillantes profesionales, migran hacia el primer mundo en busca de mejores horizontes, despojándonos de lo más valioso de un país: su «capital humano».

Tenemos que hacer un esfuerzo gigantesco por la educación peruana y el desarrollo científico y tecnológico. Esta es una de las grandes prioridades nacionales. Tenemos que promover la excelencia en todos los ámbitos de la vida desterrando la cultura del conformismo y la mediocridad.

A lo largo de milenios los hombres y las mujeres construyeron un formidable potencial cultural e intelectual que, traducido en la ciencia y tecnología, está revolucionando en todos los órdenes de la existencia humana. Sin embargo, la apropiación privada de estos inmensos logros, convertidos en instrumentos para amasar más y más fortunas, castra sus extraordinarias potencialidades liberadoras, democratizadoras e igualitarias.


Construyamos un programa para un nuevo Perú pluricultural, soberano, libre, democrático, justo: SOCIALISTA

La dimensión programática es un espacio a construir. Los programas, no serán un texto frío emanado de la lucidez de algunos. Deberá ser expresión de una voluntad construida colectivamente, la fusión de demandas y aspiraciones de las mayorías. Un aspecto fundamental a discutir en este terreno, son las rutas para el bienestar de las mayorías.

La crisis del capitalismo no es sólo una crisis de redistribución. Está en cuestión el conjunto de la lógica de un modelo de acumulación depredador.

Necesitamos encontrar en las resistencias, que no son sólo políticas y culturales, sino también económicas, las pistas de la construcción de los nuevos caminos. Ello exige rediscutir las relaciones entre la economía y el Estado, entre la iniciativa individual y los controles colectivos, entre la expansión tecnológica y las necesidades del espíritu. No solamente combatimos la explotación sino todas las formas de alienación humana.

Requerimos reencontrarnos con nuestra tradición cultural. Somos herederos de una cultura antigua, y encontrar en esa herencia las pistas para el futuro requiere más que la reivindicación ritual de algunos íconos y de discursos colectivistas vacíos de contenido. En nuestros pueblos existe una tradición organizativa que permite enfrentar las tensiones entre lo individual y lo colectivo. Sus soluciones no son perfectas, pero nos marcan una ruta de indagación. La potencia de las formas de organización del trabajo y de la vida, heredadas de nuestra historia, han permitido crear las ciudades en que hoy vivimos y enfrentar las crisis.

Proponemos pues que la discusión programática sea el espacio fundamental de construcción de consensos, de expresión de intereses comunes, de reencuentro y recreación de nuestra historia. No es una fórmula ni un listado de las medidas a tomar. Tenemos claridad de la crítica al estado de cosas existente. Apenas vislumbramos atisbos del porvenir. He ahí nuestro reto.


El hombre nuevo se forja en la lucha por la nueva sociedad

Cerramos el círculo con quien es el fundamento y el motor del proyecto socialista: el militante. Esta es una empresa colectiva de hombres y mujeres hermanados no sólo por un ideario común, sino también por valores y principios inclaudicables.

Tenemos que ser capaces de romper con la cosificación mercantil que impone la sociedad capitalista a todas las dimensiones de la vida. Para ella los valores sólo son aquellos que se cotizan en la bolsa. No combatimos sólo la explotación, también aspiramos a erradicar todas las formas de alienación.

Ganar la batalla a la corrupción, que nace del fetichismo de la mercancía y del dinero, convertidos en totem sagrados por la sociedad burguesa.

La ética del militante socialista asume la diversidad, el respeto profundo por el otro y la otra. Solo sobre el respeto a la dignidad plena del otro más cercano podremos hombres y mujeres hacernos plenamente humanos. Los militantes socialistas somos hombres y mujeres de todas las razas y las sangres, respetuosos de las identidades y las diferencias, batalladores irreductibles por la dignidad humana.
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